Aprender en la Naturaleza

Ahora que hemos empezado el periodo escolar me pongo a pensar todavía más en el papel fundamental que juega la escuela en la educación ambiental de nuestros peques. Los niños de hoy serán los que dirigirán el mundo del mañana y tendrán que hacer frente a grandes desafíos, el más importante de los cuales es casi sin duda el cambio climático. Por eso creo que todos los programas educativos deben tomar muy en serio su sensibilización en el cuidado y protección del medio ambiente.

La pandemia del Covid ha sido muy complicada y ha hecho que muchos de nuestros niños y jóvenes se refugiaran en las pantallas y, como consecuencia, se desconectaran de la naturaleza. Por eso en este momento en el que, poco a poco, volvemos a normalidad, los colegios tienen que empezar a contrarrestar este efecto, incrementando las actividades en el exterior para que nuestros niños, desde una manera más participativa, adquieran un mayor respeto y amor por el medio ambiente.

A través de mis hijos observo que en la mayoría de los casos este aprendizaje se queda en lo meramente teórico, cuando para ser efectivo debería tener un componente mucho más práctico y lúdico. Tenemos que conseguir que ellos hagan del cuidado y la preocupación con la naturaleza un estilo de vida, resultado de sentirla y no solo de estudiarla en los libros.

Es verdad que en las escuelas se ve un esfuerzo cada vez mayor por sensibilizar a los niños en este tema, pero hay muchos recursos y metodologías que pueden ayudar a crear una educación más práctica. Por ejemplo, las escuelas podrían programar más visitas a granjas y viveros, se podría participar en tareas de limpieza de parques y bosques para que los niños puedan darse cuenta del daño que produce la basura al medio ambiente, o crear huertos escolares… ¡Las posibilidades son muchas! 

Además, se ha demostrado (quizás lo habéis leído) que el medio natural hace a los niños mas fuertes para afrontar el estrés y desarrolla sus capacidades de creatividad y resolución de problemas. Los expertos han definido un nuevo “trastorno por déficit de naturaleza” que se vincula a diversas patologías como la obesidad, déficit de atención y la falta de vitamina D. Por eso insisten en la importancia de estar en contacto con la naturaleza el mayor tiempo posible. 

Todo esto ya lo había notado el filósofo Henry David Thoreau cuando en el siglo XIX escribió: 

Di un paseo por el bosque y salí más alto que los árboles